martes, 27 de octubre de 2009





Nunca sabrá de qué color son sus ojos
ni su piel, ni su cabello.
No quiere preguntar a nadie cómo es la forma de su cara,
ni lo que se siente al mirarse al espejo.
No le importa si la camiseta combina
con el pantalón,
ni si la gente le mira por la calle.
Y sin embargo
sabe relatarme exactamente la suavidad de su piel
la forma de las olas, y el tacto de la arena de la playa.
La humedad del césped de cada parque
y el nombre de todas las flores, que tras olerlas, recoge por el campo.
Siempre me pregunté cómo era capaz de hacer la réplica con su guitarra
de cada canción que escucha de otros labios.
Cómo puede narrar en sus cuentos con todo detalle
cada paisaje que nunca han podido descubrir sus ojos.
Es increíble escucharlo relatar su primer beso,
la primera vez que hizo el amor
o la primera vez que acarició una lágrima con sus dedos.
Lo único que lamento es que nunca podrá disfrutar de su sonrisa.


















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2 comentarios:

Eva dijo...

Joooder May. Peligallínica me dejas.

isabel dijo...

qué bonito, niña, fijarse en eso y escribir sobre eso ya es importante. y que nos hagas pensar más

tq

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