lunes, 19 de enero de 2009

niebla gris...

Por dentro llevo huellas de ausencia, heridas de recuerdos, cicatrizando con sonrisas. Los días grises se aclaran con abrazos. Mis días grises dejan de ser grises cuando recuerdo que te fuiste sonriendo, señal de que al menos ya no sufres. Me pasaría horas escuchándote y mirándote atontada. Ella es como un pequeño duende que tiene llenos los bolsillos de besos y de polvitos mágicos, que aclaran siempre los días grises. Aunque ella también tenga sus días grises. Los días grises son de esos días que prefiero vivirlos con los ojos cerrados, para no verme rodeada de oscuridad y no salir corriendo, con miedo, como los niños pequeños que no pueden dormir con la luz apagada porque ven monstruos y su madre les deja la luz del pasillo encendida y la puerta entreabierta. Llueve en la calle, no para de llover en la calle. Las gotas, rebotan en mi suelo de mimbre y me salpican las botas de cuero del invierno. Si hay días grises, hay frío. Y por eso gripe, y ojos llorosos, nariz atascada y gargantas llenas de toses. Llevo por dentro huellas de sonrisas, heridas de ausencia, y cicatrices de recuerdos.

lunes, 12 de enero de 2009

El cielo de mi habitación
no es siempre blanco
y sin embargo
mis ojos siempre son marrones.

De pequeña
quería tener los ojos verdes
y mi madre me decía
que lo importante es cómo miran,
entonces yo me reflejaba en los suyos,
porque brillaban,
(supongo que era eso a lo que se refería)

de pequeña quise ser pintora,
pero pintora
de vidas.

Colorear los segundos
dibujar los instantes,
los lugares...
maquillar los labios de sonrisas
y llenar de brillo las pupilas.

El cielo de mi habitación
no es siempre blanco
porque mis ojos marrones
lo dibujan de recuerdos
y lo llenan de colores.

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